lunes, 5 de noviembre de 2007

Carta a Cébrian de Onega

Murió con el micrófono en la mano. Le reventó el corazón que usaba tanto.
Llegaba todos los días a la radio del brazo de Silvia, que era su mano, y era su alma, y eran sus ojos, y era su Rosa de los Vientos. Ayer, separada para siempre de él, por un cristal de Tanatorio, sólo podía decir: “¡Mira cómo se me ha quedado!”.
¡Y Mirad cómo se ha quedado la noche de la radio!: huérfana y vacía. Él, que la había llenado de Magia y de Cultura, de historias y Maestría, de humor y de sentimientos.
Lo derribó el golpe seco del poeta. Seco, sin oportunidad de reanimación.
No era sólo un locutor, era un Sabio. Yo nunca supe de dónde sacaba tanta Ciencia, si sus ojos no podían leer, pero sí supe que le llamaban de todas partes, y en todas partes había que habilitar la sala grande porque tenía un ejército de seguidores.
Fue un humanista que publicó 16 ó 17 libros, no lo se muy bien, todos de éxito.
Fui su director y nunca pidió un aumento de sueldo. Y sólo pedía trabajar más, hasta que el trabajo, la tensión, el estrés de querer llegar y cumplir sus compromisos, le atacó en la parte débil, le taponó el corazón y lo fulminó.
Se ha muerto uno de los Grandes, señores, un hombre que iba por la vida modestamente, sin dar codazos, enseñando, Maestro de la Palabra, Maestro de la Historia, Maestro en Calidad humana, Maestro en Categoría.
Le estalló el corazón. Le tenía que estallar.

2 comentarios:

Javi dijo...

La leí en la página de Juan Antonio hoy por la mañana, precisamente. Muy buena, la verdad es que desconocía que Onega hubiera sido su director. Ese toque poético se notaba en sus narraciones históricas. Buena cadencia al hablar, que no se enseña en las facultades de periodismo, sino leyendo poesiá, mucha poesía.
Saluditos.

Anónimo dijo...

Gracias. Mi intencion era darle un ultimo homenaje, por que ahora sin el tendremos que sebir siendo felices como perdices